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20. Que el Mundo Mire.

Pero toda esa intensidad se desvanece lentamente hasta que caigo en la realidad.

El coche avanza lento por las calles iluminadas de Buenos Aires, y aunque debería estar tranquila, acurrucada contra el pecho de Javier, con su perfume a madera y menta llenándome los sentidos… no puedo.

No dejo de pens...