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Capítulo 40

Mi cuero cabelludo aún ardía mientras empujaba la pesada puerta de la Arena de Batalla. Los dedos de Sybilla se habían clavado con saña en mi cabello durante el desayuno, y todavía sentía el dolor fantasma de cuando lo había tirado hacia atrás. Si Greta no hubiera intervenido, habría estado lista pa...