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—¡Malditos imbéciles! —exclamó Hadriel cuando finalmente me encontró en la torre. Leala había estado aquí cuando regresé, doblando algunas bragas y guardándolas en el armario. Había sido incómodo verla doblar ropa interior de encaje. Rápidamente la hice irse y la obligué a dejar la llave.

—¿Corrist...