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Capítulo veintiséis

Bajamos las escaleras en espiral que conducían a la sala de estar e inmediatamente todos comenzaron a cantar nuestras alabanzas.

—¡Miren a esa adorable pareja!

—¡Se ven tan increíbles juntos!

—¡Oh, Dios mío, solo mírenlos!

—¡Definitivamente están hechos el uno para el otro!

Nos sentamos al fren...