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Capítulo veinticuatro

—¡Oh, Domino, casi lo olvido! —exclamó Wanda, riéndose de sí misma.

Salimos de la casa y solté el aliento que había estado conteniendo.

—No está aquí —sentí que mi corazón se desaceleraba un poco. Tragué saliva.

¡Qué suerte la mía hoy!

Pero me sentí terrible por lo contenta que me sentí al no ve...