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Capítulo 38

Con los ojos entrecerrados, los abro, ligeramente cegado por la suave luz de la mañana que entra por las cortinas sin correr. La habitación en la que estoy me resulta solo un poco familiar, hasta que mis ojos se posan en el piano clásico al lado del espacio. De repente sé exactamente dónde estoy.

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