




Inocente
—¡Alisha, ven aquí ahora mismo! ¿Qué demonios estás haciendo? —la voz de una mujer resonó por toda la casa.
La emoción de Alisha reverberó mientras respondía gritando—: ¡Ya voy, Madre María!
Como huérfana, Alisha siempre se refería cariñosamente a María como su madre, ya que María la había colmado de amor y cuidado, tratándola como a su propia hija.
—Apresúrate, querida. ¡Hoy es tu primer día de universidad! —la voz de María resonó una vez más, instando a Alisha.
—¡Ya voy! ¡Solo dame un momento! —respondió Alisha rápidamente.
Adornada con unos lindos shorts, un top corto a juego y zapatos de mezclilla, Alisha bajó las escaleras y preguntó—: Madre María, ¿a quién le estabas gritando?
María la regañó—: ¡Pequeña traviesa! ¡Vas a llegar tarde!
Curiosa, Alisha preguntó—: ¿Qué significa "traviesa", Madre?
Sumida en sus pensamientos, María suspiró y rezó—: «Esta niña es tan inocente, que Dios la proteja de las crueldades del mundo».
—Nada, querida. ¡Solo bebe este jugo! —respondió María.
Alisha hizo una cara peculiar y protestó—: ¿Jugo? ¡Madre! ¡Sabes que lo detesto!
María se mantuvo firme—: Independientemente de tus preferencias, debes beberlo.
Con prisa, Alisha exclamó—: ¡Lo siento, Madre, pero debo apurarme! ¡No quiero llegar tarde! —y con eso, salió corriendo de la casa.
María dejó escapar un suspiro, contemplando—: «Esta niña es demasiado inocente para este mundo. Tiene el poder de iluminar la vida de todos. Espero que nadie proyecte una sombra sobre ella».
Después de un tiempo, llegó a la universidad con su rostro lleno de alegría, obtuvo su horario de clases en la oficina y entró a su primera clase.
Al caer la tarde, Alisha regresó al orfanato después de completar todas sus clases. Llamó con entusiasmo—: ¡Madre María, ¿dónde estás?!
La voz de María resonó en respuesta—: ¡Bienvenida a casa, querida! ¿Cómo fue tu primer día?
Alisha la abrazó fuertemente y respondió—: Fue maravilloso, Madre María. Sin embargo, todos los chicos de mi universidad me tratan como a una extraña. Como si fuera una especie de alienígena.
María pensó para sí misma—: «Oh, mi querida niña, tan inocente y ajena a tu propia belleza».
—¡No te preocupes por ellos! ¡Sabes que Lucky, nuestra querida mascota, te extrañó mucho! —dijo mirando a Alisha.
Una sonrisa iluminó el rostro de Alisha mientras exclamaba—: ¿Dónde está mi Lucky? ¡Es hora de nuestro paseo!
Un perro blanco se acercó y abrazó cariñosamente la pierna de Alisha.
—Te adora, Alisha —comentó María.
Alisha respondió—: Sí, Madre. —Luego llevó a Lucky afuera para su paseo, su vínculo inquebrantable.
—¡Por favor, detente! —gritó Alisha mientras corría.
En la oscuridad de la noche, Lucky había logrado escaparse de ella en solo unos minutos de haber salido a caminar, dejándola buscándolo desesperadamente. Salió, esperando tomar un respiro de aire fresco y tal vez vislumbrar a su travieso compañero. Pero la suerte parecía haberla abandonado, ya que él seguía siendo esquivo.
Perdida en la vastedad de los alrededores, lejos de la seguridad de su orfanato, vagó por lo que pareció una eternidad. La noche oscura no ofrecía consuelo, solo profundizaba su sensación de inquietud.
Entonces, un destello de esperanza brilló dentro de ella. Vio a Lucky en el jardín de alguien, un pequeño rayo de luz en la oscuridad.
Alisha reunió el valor para entrar en el jardín, evadiendo hábilmente los ojos vigilantes del guardia.
Se detuvo en el umbral, contemplando si aventurarse más, pensamientos conflictivos corriendo por su mente. Su madre siempre le había enseñado a respetar la propiedad ajena y pedir permiso antes de entrar. Sin embargo, la urgencia de encontrar a Lucky superaba su vacilación. Con una mezcla de temor y determinación, tomó la decisión de entrar a la casa.
La vista que la recibió la dejó asombrada. La casa era una maravilla de belleza, su elegancia cautivaba sus sentidos. Pero no había tiempo para maravillarse con su entorno. Lucky había subido las escaleras, y sabía que tenía que seguirlo.
Con un estallido de energía, subió corriendo las escaleras, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—Ahí estás.