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Capítulo ochenta y ocho

—No me diste tiempo —dijo él. Luego se rió cuando sus manos bajaron más.

—¡Oye! —gruñó ásperamente—. ¡Estás tocando una zona delicada!

Katherine retiró las yemas de los dedos, deslizándolas sobre sus caderas de acero. —Me gusta tocarte, Jensen. De hecho, me encanta —Acarició sus nalgas delgadas—. ...