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Capítulo ochenta

Ella enterró las manos en su cabello, hundiéndolas en él, empujando su rostro en sincronía con su necesidad de llevarla al siguiente nivel.

—¡Oh, Jensen! —murmuró, follando con su lengua, que la lamía, duro, justo en el centro de su clítoris. Su lengua se abrió, carne caliente sobre la suya, mientr...