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CAPÍTULO SESENTA Y CUATRO

Me dirigí de vuelta a la suite, ignorando los dos orbes rojos que sentía que me perforaban la nuca, y me fui a dormir.

No hubo pesadillas.

El sol se puso y me despertó un golpe en la puerta.

Miré hacia arriba y vi que había dormido hasta tarde, algo que no había tenido el privilegio de hacer en a...