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CAPÍTULO SESENTA Y DOS

Un escalofrío recorrió mi cuerpo por la intensidad de su dureza. Mi coño se contrajo de emoción y el placer que la fricción me traía me hacía desear más.

Me aferré a él para apoyarme, pero lo dejé moverme como quisiera, el deseo en ambos aumentando con cada beso.

Cada vez que nos deteníamos para r...