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CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

Debía cubrirme de inmediato, encontrar el maldito edredón en el suelo o donde fuera y esconder mi cuerpo de sus ojos sorprendidos y hambrientos, pero algo me mantenía en mi lugar, y el deseo de inflar el pecho y mostrarles cada rincón de mi cuerpo me tenía atrapada.

Quería que salieran de su ensueñ...