Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

PRÍNCIPE LUCIEN

—¡No, no, no! ¡No puede estar muerta, joder, no!— grité mientras la apartaba de la boca ensangrentada de mi hermano, cuyos ojos se agrandaron al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

Había renunciado por completo a que el experimento funcionara en lugar de preocuparme por la...