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CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

La multitud se dispersaba mientras salíamos del salón principal, la emoción de la gente llenando el aire.

Él sostenía mi mano, su entusiasmo creciendo con cada paso. Parecía que de repente se daba cuenta de lo afortunado que era y no podía esperar para estar conmigo.

Si no fuera yo quien nos empuj...