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CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

El momento en que entré a mi habitación, noté lo desorganizada que estaba, aunque no había mucho en ella.

La mesa estaba al revés, la silla tirada sobre ella, y mis dos ropas, la que traje aquí y mi segundo uniforme de sirvienta, también estaban en el suelo.

Miré el desorden y suspiré, luego recog...