Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO VEINTICINCO

Durante las dos semanas siguientes, me había acostumbrado a una rutina que, aunque agitada, ya no me hacía quejarme.

Afortunadamente, el Príncipe no había vuelto a pedir mi sangre, y logré mantenerme con vida, a pesar de los constantes gruñidos y chasquidos que me lanzaban todos los días. Uno pensa...