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CAPÍTULO DOSCIENTOS DOS

—¡Oye! Eso dolió —se quejó Lucien mientras el corte en su mejilla sanaba al instante.

—¿En serio? ¿Quieres que te lo cosa y te lo bese? —imité una voz de bebé, burlándome de él juguetonamente.

—Vete al diablo —gruñó y se puso en posición de nuevo, listo para continuar.

—A este ritmo, ajustaré tod...