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CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y CUATRO

—Empieza con disculpas, luego una explicación, y después actos de servicio— escuché una voz muy aguda y distintiva en mi cabeza.

—¿Qué?— hablé en voz alta, confundido.

De repente, el coche se iluminó, la brillantez me dificultaba tanto la vista que casi choqué de la impresión.

Sentada detrás de m...