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CAPÍTULO CIENTO NOVENTA Y TRES

La llevé al coche, enviando al nuevo soldado afuera.

—¡Todos fuera! —gritó Reed enojado mientras yo me ocupaba de acomodarla en la parte trasera.

—¿Cómo llegó aquí, qué diablos pasó? —dije mientras comenzaba a limpiar el barro de su cuerpo—. ¡Alguien tráigame agua, mucha!

—Creo que se teletranspo...