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CAPÍTULO CIENTO SETENTA Y TRES

La anticipación crecía en mi estómago mientras observaba la poción hervir. Nana había puesto el caldero a fuego lento y me había instruido a removerlo en sentido contrario a las agujas del reloj cada cinco segundos.

Sus instrucciones eran tan específicas que tuve que usar un cronómetro y asegurarme...