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CAPÍTULO DIECISIETE

—¡Mierda! —exclamé, el miedo y el pánico envolviéndome—. ¡Por favor, haz algo! —supliqué a Theodora, quien había corrido a su habitación en cuanto la tomó de mis manos.

—¡Tráela aquí! ¡Rápido!

La levanté de nuevo y, con cuidado, pasé por la pequeña puerta y la acosté en la cama en la que me había ...