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CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y OCHO

Lucien sostuvo mi cuerpo más cerca del suyo, sus respiraciones y gemidos ásperos contra mis oídos mientras me daba tanto placer con su polla. Me sentía tan bien y amada mientras Reed me miraba a los ojos, las palabras sucias que salían de ellos me volvían loca.

—Tómalo, bebé, toma su polla como una...