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CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SIETE

Mi cuerpo estaba en llamas.

Ese primer orgasmo apenas había arañado la superficie y jadeaba por más, el deseo envolviendo sus tiernos dedos alrededor de mi cuello.

Sin palabras, Reed me acostó suavemente en la cama y me besó en la frente.

Podía ver que intentaban contenerse, la intensidad de mi c...