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CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y OCHO

Sus labios eran cálidos y suaves, la sensación de tomar su boca con la mía me llenaba de vida.

El beso se suponía que era una pequeña forma de hacer que dejara de preocuparse tanto, pero yo estaba perdiendo el control, el deseo intenso de consumirla me dominaba.

Con un gruñido, tiré el edredón al ...