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CAPÍTULO CIENTO VEINTIOCHO (ii)

El entrenamiento del siguiente fin de semana fue de lo más incómodo.

Desde las chicas que usualmente ignoraban mi existencia mirándome con desdén hasta algunas de las mayores, ya emparejadas, sonriéndome y saludándome.

Había pasado los últimos dos días convenciéndome de que lo del miércoles fue un...