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52. Dolor oculto

Brigid golpeó la cara de Lylah contra la pared, inmovilizándola. Lylah siseó.

—Mira lo débiles y lentos que son tus movimientos. Maldita sea, eres tan débil—podría aplastarte sin ningún esfuerzo.

Lylah se burló, ignorando el dolor que recorría su rostro. —¿Qué tal si esperas hasta que tenga mi lob...