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29. El rey en su habitación

—Termina lo que empezamos.

—Es tu esclava, ¿por qué demonios no la tomas?

—Tienes hambre. ¡Yo tengo hambre!

Duncan frunció el ceño profundamente. El agua tibia que lo rodeaba no hacía nada para calmar la tormenta que rugía dentro de él.

—Quédate quieto, Ash. Retírate —gruñó Duncan a su Lycan, pe...