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Nuestro compañero

La perspectiva de Killian

Los dioses definitivamente me estaban castigando.

Mi cabeza se sentía como un maldito tambor — no, ni siquiera un tambor. Un campo de batalla. Alguien había tomado una espada y repetidamente apuñalado mi cráneo con golpes de bajo. Gruñí, parpadeando contra la luz de la ma...