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Pacto de sangre

El dolor era agudo y caliente en mi pecho, pero no tan confuso como el torbellino que se repetía en mi cabeza.

En un segundo estaba peleando, tratando de que Astrid dijera más de tres palabras. Al siguiente, volaba por el tapete como si alguien me hubiera golpeado con un maldito rayo. Y ahora estab...