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La cerradura y la llave.

—Noah. Xavier—jadeé—. Váyanse.

Xavier dio un paso hacia mí, ojos desorbitados, luz dorada brillando en su piel.

—¡No puedes sostener esto sola!

—No estoy sola—dije, con la voz quebrada—. Layah y yo, lo tenemos. ¡Ahora vete!

Su mandíbula se tensó, pero obedeció. Porque confiaba en mí. Porque me a...