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Uno, dos y tres.

Envidia

Me desperté en silencio. La manta hasta la barbilla, la mano donde va ahora, justo sobre mi pequeño bulto. Mis compañeros me rodeaban; honestamente, era un poco inquietante cómo todos estaban mirándome.

—¿Me perdí algo? —pregunté, estirando las piernas.

—Sí, pequeña compañera —dijo Xavi...