




7: En contacto
Por mucho tiempo pensé en todo lo que iba a significar el hecho de perder mi virginidad. Me llegué a imaginar una lencería blanca, flores, pétalos de rosa en la cama, champán, muchas velas, sobria y especialmente con un hombre que amaba.
Pero no, me había entregado a un hombre del que ni siquiera recordaba su rostro, ni siquiera había lencería, flores, pétalos de rosa en la cama, champán, ni una sola vela y borracha hasta la coronilla.
—Bueno, Alexandra —me miré en el espejo de aquel cuarto de hotel —, al menos se trata de uno de los mejores hoteles de la ciudad y no de uno de mala muerte. Ahora tienes que simplemente seguir con tu vida y afrontar las consecuencias de esto.
Al salir del baño, miré en una mesa, un puñado de dinero servido en una bandeja lujosa. A su lado había una bolsa de una boutique.
—Maldición… ¿En serio me llegué a prostituir?
No sabía, sinceramente todo eran lagunas. Solo recordaba el aroma de aquel hombre y, por un motivo extraño, sentía un escalofrío y un placer embargante.
—No pienses en eso, Alexandra —sacudí mi cabeza —. Debo de salir de aquí antes de que se forme un escándalo.
Tomé la ropa que me habían dejado y me la puse, luego en esa misma bolsa metí todo el dinero que este infeliz había dejado en compensación de algo que ni siquiera debí haberle entregado.
—¿Qué es esto?
Una nota se cayó de la bolsa de ropa, al recogerla pude leer un mensaje escrito en la misma: “Usa esto, para que nadie te confunda con una prostituta. Estaremos en contacto, NH.”
—¿NH? ¿Quién es ese hombre? ¡Además, cómo se le ocurre dejar ese mensaje tan majadero!
En serio que ya quería tener a este hombre frente a mí para poder ahorcarlo con mis propias manos. En fin, en algún momento lo tendría justo delante de mis ojos y con mis uñas sacaría los suyos.
—Freya —la recordé y busqué mi celular —. ¡Aquí estás!
En el momento en que encendí mi celular, todos los mensajes comenzaron a llegar. Cada uno de ellos era principalmente de Freya, los otros eran notificaciones de la universidad.
Freya pedía perdón en cada uno de esos mensajes, sonreí porque no estaba molesta con ella. Sino todo lo contrario, la entendía demasiado bien.
—Un momento… Tío Noel… ¿NH? —Hice una pausa y comencé a pensar —¿Acaso me he acostado con el tío de Freya? ¿Acaso Freya tenía un tío?
Comencé a buscar en redes sociales el otro apellido de Freya, el de su madre. Hill… ¡Mierda!
Salí de aquel hotel, necesitaba hablar con Freya para resolver esto. Iba en búsqueda de un uber cuando sentí que alguien me jaló del pelo.
—¡Ayuda! —comencé a gritar y al girarme fue que vi a mi papá —¿Papá? ¿Qué se supone que haces?
—Te vienes conmigo en este momento —él comenzó a jalonear mi cabello —no puedo creer que hicieras semejante escándalo. Freya ha llamado a Madison diciéndole que te había dejado en un bar, cuando ella llegó le dijeron que te habías ido con un hombre, ¿Tienes idea lo mucho que esto perjudica tu reputación?
—Papá, quiero que me sueltes —comencé a sacudirme —me duele, suéltame. Tengo algo que resolver.
—No, jovencita, eso sí que no. En este momento te vienes conmigo porque no pienso seguir permitiendo que manches el apellido Bennett.
Mi papá me subió al carro, quería ver a ese hombre, decirle que no soy una prostituta que puede comprar con su sucio dinero. Pero al parecer no iba a ser posible en estos momentos.
—Papá, espera un momento —miré el camino y lo desconocí —este no es el camino a la casa.
—¿En qué momento te dije que íbamos a ir a la casa? En estos momentos nos dirigimos a la casa de la familia con la que te vas a casar, ellos te esperan y también tu prometido.
—¡No! No quiero ir a ese sitio a que me vendas como si fuera carne —intenté salir, pero el coche estaba cerrado —papá, quiero que me dejes salir. Si no lo haces, soy capaz de lanzarme de este vehículo a través de la ventana.
—Hazlo, pero incluso toda fracturada te vas a casar.
Conocía esa mirada de mi padre, nada ni nadie lo iba a detener. Él me iba a casar de cualquier manera, solo un motivo demasiado grande era capaz de hacerlo desistir y sabía bien cuál podía ser la excusa perfecta.
—Papá, ya no soy virgen. Así que deben buscar a otra persona, no me puedo casar con el hombre que tanto quieres que me case.
Pude ver que en su mirada había cierto juicio mezclado con dolor, incluso sus ojos y sus labios temblaron. Por un momento pensé en que había logrado mi cometido, pero luego regresó a la misma postura de antes.
—Aunque seas una ramera, debes fingir ser virgen hoy por el bien de la familia Bennett. Que vergüenza para tu hermana… Para tu madre especialmente que desde el cielo está viendo lo que haces y en la desvergonzada que ha dado a luz, incluso renunciando a su propia vida para traerte al mundo.
Contuve las lágrimas, no podía ponerme a llorar en cada cosa que se me presentara porque a este paso solo iba a formar un segundo océano.
Al final llegamos a la casa de aquella familia a la que mi padre me quería vender, el chófer abrió la puerta de mi lado y me invitó a bajar.
—Alexandra —mi padre respiró profundamente —quiero que bajes en este momento, no comiences con tus cosas porque te juro que no me encuentro de humor.
—No pienso hacerlo, en serio que no entiendo tu terquedad con este asunto. Antes no me querías casar y ahora se te ha metido entre ceja y ceja que debo casarme en un corto tiempo.
—Escucha, no me obligues a bajarte de las greñas porque sabes bien que soy capaz de hacerlo. Ahora baja de una vez.
No quería quedarme sin cabello a tan corta edad, así que no tuve más opción que bajar. Pero fue de mala gana, ni siquiera me molesté en ocultarlo.
—Sonríe si no quieres que te retuerza el pescuezo como si fueras una gallina en patio ajeno.
Puse mi mejor sonrisa hipócrita y caminé en dirección a la casa principal. Uno de los sirvientes abrió la puerta y nos hizo entrar con galantería.
—Sean bienvenidos —una señora mayor abrió sus brazos y sonrió como una hiena —soy Eleonor Hill, tu futura suegra. Y ella es mi hija, Rose Hill.
Cuando la chiquilla se dio vuelta, me sorprendió ver a la misma mujer con la que Peter me había traicionado. Esto tenía que ser una maldita broma de mal gusto.
—Hola, un gusto —forcé mi sonrisa al punto que sentí como mi mandíbula se tensaba —es un gusto, soy Alexandra Bennett.
No quería poner en descubierto a Rose Hill, al final de cuentas ella no tenía culpa de haberse metido con Peter.
Siempre había dicho y pensado que encontrar a tu pareja siendo infiel y reclamarle al amante. Es como si el gato orinara en tu cama y le reclamaras a las sábanas.
—Claro que ya sabemos quien eres —Rose sonrió con superioridad —eres la hija menor de los Bennett y te están vendiendo como carne fresca debido a que tu papá se encuentra casi en la ruina.
Sentí la sangre hervir en mis venas, iba a reclamarle por lo que había dicho. Sin embargo, mi papá puso su mano en mi brazo para detenerme.
—Bueno, creo que mejor pasamos a la sala. Mi hijo no se encuentra aquí, pero podemos esperarlo dado que se encuentra trabajando.
—Claro —mi papá puso su mano de manera imponente en mi espalda —vamos, cariño.
—Los voy a alcanzar luego —sonreí forzadamente —necesito saber en dónde está su baño, quiero refrescarme un poco.
—Claro, puedes utilizar el baño de mi cuarto —la señora Eleonor llamó a una empleada que acudió al instante —quiero que lleves a la señorita Bennett a mi habitación, por favor.
—Está bien, señora Eleonor.
La empleada me guió hasta el cuarto de la señora Eleonor, luego de eso me dejó sola en el baño. Me miré delante de aquel espejo tan lujoso y me pude ver cansada, justo en ese momento fue que Rose entró y supe que iba a haber problemas…