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3: Con otra

Mientras íbamos de camino, miré a mi hijo. Él permanecía en silencio mientras veía su tablet y leía uno de los muchos libros a los que tenía acceso.

—Parker —él dejó la tablet de lado y me miró directamente —. ¿Qué opinas de mi matrimonio con la hija menor de los Bennett?

—¿Acaso importa lo que yo opine? —su voz fue infantil y madura al mismo tiempo —. Si tú has tomado tu decisión es porque esto es conveniente, no entiendo a qué viene tu pregunta.

—Tengo dudas.

—Papá, solo soy un niño de diez años. Resuelve tus cosas de adulto y no esperes que yo venga a hacerlo o a decirte lo que tienes que hacer.

Parker regresó su vista a la tablet, sonreí por la respuesta que me dio. A veces olvidaba lo mucho que se parecía a mí y cómo me dejaba callado en ciertas ocasiones.

Llegamos a la casa que había comprado, fui a mi despacho, mientras que Parker decidió irse a su habitación para seguir leyendo.

—Señor Hill —mi asistente tocó la puerta que estaba abierta —, tengo lo que me ha pedido, es el reporte de la señorita Bennett.

Extendí mi mano y ella se acercó con el reporte, ignoré por completo la fotografía que estaba a un lado de la carpeta y me enfoqué en leer únicamente la información.

—¿Ella asiste a la universidad? —alcé mis cejas en sorpresa ante lo que leía —pensé que era una chiquilla malcriada que despilfarraba el dinero de su padre a manos llenas.

—Pues lamento decirle que no es así, la señorita Bennett es la mejor estudiante de la generación. Incluso adelantó varias materias y se va a graduar antes de tiempo, además de que va a dar las palabras de despedida de su graduación.

—¿Qué más dice aquí? —dejé el reporte de lado —quiero que me evites la fatiga de estar leyendo algo que tú probablemente ya sabes.

—La señorita Bennett no había gastado un solo centavo que no fuera para sus estudios y también para sus cosas personales. Ninguna extravagancia a la hora de comprar ropa o zapatos, siempre iba a un centro comercial con ropa genérica.

—¿Es en serio? —miré el reporte de las cuentas —. ¿Cómo es que el señor Bennett me ha dicho que su hija es una chiquilla caprichosa cuando es todo lo contrario?

—Mucho me temo que el señor Bennett no conoce a su hija, la señorita Bennett es todo lo opuesto a lo que se cree de una chica de la alta sociedad.

—Muy bien —puse el reporte en una gaveta y lo cerré con llave —quiero que la saques de prisión.

—Señor Hill, hay algo que debe de saber referente a la señorita Bennett.

—¿Qué cosa? —me recosté en mi silla —anda, quiero que lo digas todo de una buena vez.

—Ella tiene un novio, fue a ese restaurante a comer con él. Su nombre es Peter Collins.

—Ya veo —sonreí de lado —bueno, entonces no la saques de la prisión. Quiero que se quede un día en esa celda para que pueda reflexionar sobre andar invitando a hombres a salir.

—Está bien, señor Hill.

Me quedé solo, pensé en la bendita señorita Bennett y tenía que reconocer que era alguien que me intrigaba demasiado, pero no lo suficiente como para pedirle matrimonio.

Perspectiva de Alexandra.

La celda estaba fría, pude ver que Peter se encontraba en otra celda debido a que comenzó a pelear conmigo y yo con él.

Una vez que los ánimos lograron calmarse, me acerqué lo suficiente para verlo más claramente.

—Peter, en serio lamento demasiado esto. No quería que nuestra cita terminara de esta forma.

—Quiero que te calles, Alexandra. Porque te juro que estoy a nada de darte una bofetada, entiende que me siento totalmente humillado.

—Peter, te juro que lamento mucho esta situación. Te prometo que más adelante te lo voy a saber compensar de la manera en que tú desees.

—¿La manera que yo desee? —su sonrisa fue una llena de satisfacción y se acercó a mí —¿Lo dices en serio?

—Peter, en serio que no es el momento —aparté mi mano cuando él la tocó de manera sugerente —entiende que todavía no me siento lista para intimar contigo.

La sonrisa de Peter se borró y se fue de donde me encontraba, supe que era inútil tratar de hablar con él de alguna manera.

—¡Oficial! —Peter comenzó a gritar con fuerza —quiero que me saque de aquí, deseo hacer una llamada. Tengo derecho a una.

El oficial llegó y de mala gana sacó a Peter, miré como me veía con burla. No dije nada, probablemente solo era mi imaginación y nada más.

Él llegó luego de un rato, quedó nuevamente en su celda y me acerqué donde se encontraba.

—¿A quién has llamado? —me acerqué a las rejas y lo miré sentado en una esquina —anda, dime.

—A alguien que si va a saber resolver mis problemas, no como tú que más bien me metes en ellos. Trata de no hablarme, porque te juro que la rabia que siento en estos problemas es monumental.

Decidí no decirle nada más, ni siquiera lo volvía a ver. Él tenía razón, por mi culpa estaba pasando un mal rato.

Luego de un rato, el mismo oficial llegó a la celda de Peter. Abrió la puerta y se hizo a un lado.

—Te puedes ir.

Miré como Peter sonreía con suficiencia, no pude mantener la distancia y me acerqué a las rejas de mi celda.

—Peter, ¿Por qué no me han liberado a mí? Quiero que me respondas.

—Porque solo he pedido que me liberen a mí, estás por tu suerte. Ahora jódete.

Miré como Peter se fue, sentí como la esperanza se iba de mi cuerpo y terminé por caer rendida a los pies de aquellos barrotes.

—Esa no es la manera en que un hombre debe de tratar a la mujer que quiere —una señora salió de una esquina oscura —lo peor es que ni siquiera tú te das cuenta de que él no te quiere.

—Peter me quiere, pero lo he metido en un enorme problema —miré a la señora mientras secaba mis lágrimas —hemos sido novios por tres años, nos conocimos en la escuela. Él era un becado y yo… Pues…

—Eras la niña más rica del colegio, que conveniente que él se enamorara profundamente de ti, ¿No lo crees?

—¿Qué quiere decir con eso?

—Lo que quiero decir es que él no te quiere a ti, sino a lo que le podías proporcionar. Y dado que ahora te encuentras en el fondo del pozo pues no le interesas.

—No, en serio que él no es así. Peter siempre me ha querido, lo que pasa es que se encuentra molesto porque lo metí a la prisión, este no es un sitio agradable que digamos.

—Cariño, tú también te encuentras en la prisión y no creo que vengas asiduamente a este sitio. Sin embargo aquí te encuentras hablando con una prostituta que ha conocido más hombres que tú… En serio, yo sé bien cuando un hombre es bueno y cuando no, estos ojos han visto a muchos siendo sinceros y a otros que no.

—¿Una prostituta? Pero no lo parece.

—No soy una prostituta de las que se encuentra en las esquinas, si me encuentro aquí es por culpa de una mujer que está furiosa porque su esposo tuvo sus queveres conmigo.

Sonreí triste, pensé en todo lo que había pasado y al final terminé por dormirme al lado de esta señora que me había tratado con más humanidad que el mismo Peter.

Al día siguiente nosotras salimos de la prisión, lo primero que hice al salir fue ir a ver a Peter; quizás ya él se encontraba más tranquilo. Al llegar a su apartamento entré con la llave que él mismo me había dado y fue ahí que lo encontré con otra mujer justo en su cama…

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