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Conversación

—¿Qué haría falta para que montaras mi pene? —susurró Leo. Todavía la estaba tocando, jugando perezosamente con su clítoris, con la mano llena de sus fluidos.

Tem sonrió.

—Tu devoción incondicional.

—Ya la tienes.

Ella rio.

—Hay otras dos chicas con las que puedes acostarte, Leo.

—Solo lo hago porqu...