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Capítulo 60

La voz me golpeó como un látigo.

—¡Aeson!

Me giré, medio embriagado por el aroma de Serena, el sabor de sus gemidos todavía ardiendo en mi lengua. Mi sangre era una marea rugiente, pero cuando la vi—a mi madre—congelada a unos metros de distancia, todo se detuvo.

Maldita sea.

Mi respiración se c...