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Capitulo 20: la llama y la herida

El Santuario había quedado en ruinas. Piedras agrietadas, columnas derrumbadas y cuerpos inmóviles cubrían el suelo como testigos mudos de la batalla. La luz del orbe aún temblaba en mis manos, palpitando con un ritmo que parecía burlarse del silencio repentino.

Adrian estaba frente a mí, respira...