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RAINA

El viaje a casa fue insoportablemente silencioso. Mis manos se aferraban a mi regazo y mi mandíbula dolía de contener las lágrimas que se negaban a caer. Estaba demasiado enojada para llorar. Demasiado furiosa con Alex. Todo este tiempo—años de agonía—¿y había estado casada con él? ¿Con el hom...