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CAPÍTULO 1: EN EL PASADO.

La oficina compartida en uno de los edificios menos llamativos de Barcelona luce mucho más elegante y costosa que cualquier otra en un edificio lujoso. Siendo sus habitantes dos hombres acostumbrados al lujo en sus vidas pasadas, es de esperarse.

Mientras Magnus observa cómo los repartidores desmontan la mesa multijuegos en un espacio que estaba sombrío, tiene que desviar la mirada hacia su amigo.

—Está bien, tú ganas —dice, sacando un billete de cincuenta dólares para ponerlos sobre el escritorio.

Habían apostado hace una semana si en ese espacio luciría bien algo para divertirse o no. Y al ganar, Darwin contiene la sonrisa de triunfo.

—Muchas gracias, aquí tienen la propina —expresa dándoles a los repartidores el billete de su amigo.

Los repartidores dan las gracias y se van.

—Debí suponer que se los darías, la próxima vez no apostaré más de diez dólares —declara el ojiazul.

Darwin ríe bajito y camina a la mesa. Pasan días y noches, en esta oficina compartida, con una pantalla con plataformas de streaming que ninguno está acostumbrado a ver, así que buscar algo más para relajarse entre tiempos es una buena opción.

El ojigrís se arremanga la camisa azul hasta los codos para guiarse del manual y armar la mesa de futbolito. Y al estar lista le da una mirada retante a Magnus.

—Nunca en mi vida he jugado eso, no vas a convencerme —declara, perdiendo la vista de nuevo en la laptop.

—Aburrido. No tiene caso que lo haya comprado entonces, ¿cómo jugaré solo? —se queja, acercándose a su escritorio—. ¿Tengo que recordarte lo que nos hicieron las obsesiones en el pasado?  Si invertimos todo nuestro tiempo en el trabajo y en gimnasio llegaremos a los sesenta siendo dos viejos amargados, con dolor de cabeza y testosterona.

—Pero millonarios, como nunca debimos dejar de serlo —señala Magnus, por lo que el ojigrís abre la boca para refutar pero es callado—. Si me dejas trabajar jugaremos en la noche, ¿feliz?

Darwin se siente satisfecho con la respuesta. Conocerlo por tres años en la prisión psiquiátrica y tres años en la vida normal le ha ayudado a darse cuenta de que cada que sugiere algo que lo haga sentirse como su pasado, hace que Magnus haga lo que sea.

Construir una empresa de inversiones desde cero, sin nadie de confianza, fue difícil, especialmente porque nadie con cuatro dedos de frente quería involucrarse con estos dos personajes tan escandalosos. Al menos no en sus países natales.

Sin embargo, cuando Magnus pensó en España, Darwin estuvo de acuerdo. Mudarse aquí hace dos años, fue la mejor decisión que pudieron tomar.

Al llegar a Barcelona, con personas que parecían no conocerlos, consiguieron aliarse con Martín Rojas. Este era un entusiasta y joven empresario que buscaba aliados para su empresa de inversiones. Darwin y Magnus, le ofrecieron su nueva idea de negocio, invirtieron parte del poco dinero que les quedaba, y firmaron un pacto. Para todas las personas, Martín sería el CEO y dueño de la compañía, mientras que Magnus y Darwin se mantendrían en secreto manejando la empresa bajo una firma que nadie se molestaría en investigar.

Martín dueño del 25% de la compañía, Magnus contando con un 35% y Darwin, siendo el que más invirtió, contando al final con un 40%. Siendo Magnus y Darwin excelentes y prósperos empresarios en el pasado, la empresa comenzó a elevarse como espuma, llegando a contar con clientes cercanos del gobierno español.

Pero pese a su rápida escala, y recuperarse al menos un treinta por ciento de la fortuna que tenían antes, han preferido mantener una postura sigilosa. No restaurantes, yates, viajes, casas, apartamentos o autos costosos. No solo porque no quieren llamar la atención sino porque se retaron a vivir diferente que en el pasado; aunque su oficina compartida con todos los lujos era su pequeña excepción.

Ya que ninguno soporta pasar demasiado tiempo en silencio porque las voces golpean sus puertas sin poder controlarlo, colocan sus audífonos a la vez.

Al llegar la noche, están preparándose para comenzar a jugar futbolito, cuando la puerta suena.

Darwin ve por el ojillo y abre sin pensarlo.

—¡Una mesa multijuegos! —es lo primero que dice Martín—. Pero no es tan divertido como mi propuesta…

Martín camina por la oficina como de costumbre, con confianza. Se sirve un vaso de whiskey del minibar y Magnus lo acribilla con la mirada, por lo que Darwin hace una seña para que no sea tan duro con él. Pues Magnus detesta que otros invadan su espacio así.

—Si involucra beber contigo o salir a comer, no gracias —responde secamente—. Darwin y yo tenemos noche de…

—¡Sushi! —responde Darwin por él—. Extrañamos la comida hecha de casa.

—Qué gay… —murmura Martín por lo que ambos hombres se tensan.

—Habla de una maldita vez —espeta Magnus.

—Hay un lugar con muje…

—No —responden los amigos al unísono.

Martín deja su bebida y ve con asombro cómo los dos hombres lo ignoran para comenzar a jugar futbolito. Incluso Darwin le explica el juego a Magnus y Martín no puede creer que estén actuando así. Tiene dos años conociéndolos y siempre que menciona este tema sucede lo mismo.

—¿Es en serio? ¿Ni una chica? ¿Así cómo van a convencerme de que ustedes dos no son pareja?

Magnus es el primero en erguirse y mirarlo con amenaza.

—No tenemos que convencerte de nada.

Martín ignora su tono y su mirada. Insistirá hasta que los vea divertirse.

—Oye, Martín… —interviene Darwin, cruzándose de brazos—. No tengo que recordarte que a pesar de que somos una alianza maravillosa, no tienes derecho de meterte en nuestras vidas así que, si no tienes algo más que decir…

—¿Pero ni una chica? ¡Oh vamos! —Martín se frustra y eleva la voz—. ¿Hace cuánto que no están con una mujer? ¿Desde que los llevaron a prisión? ¿Eso para ti hace cuánto fue Darwin?, ¿nueve años? ¿Y para ti Magnus? ¿Siete?

—¡Ya basta! —grita Darwin, haciendo que los demás se congelen—. ¡Que no se te olvide que estuve en un psiquiátrico por perder los estribos, Martín! ¡Lárgate de aquí!

El hombre se va, pidiendo disculpas. Entonces Darwin cierra la puerta frente a él, furioso.

Magnus suspira y va al minibar para ofrecerle un trago porque sabe que, aunque no lo parezca, Darwin es más propenso a actuar bajo impulsos.

—Toma, amigo —dice palmeando su hombro.

Darwin toma el trago de una vez con el alcohol quemando su garganta y entrañas. El ambiente se queda en silencio unos segundos, con el ojigrís pensando inevitablemente en su pasado, en cómo las mujeres lo llevaron a la perdición, y cómo una en específico lo llevó a asesinar a su propio padre.

—Cancelo la noche de sushi, lo siento.

Magnus abre la boca para detenerlo pero se retracta, sabiendo que su amigo necesita su espacio a solas.

Pero luego, viéndose solo en las cuatro paredes, su corazón comienza a acelerarse ansioso y la presión le sube a la cabeza. No es buena idea estar solo. Hacerlo solo provoca que piense en la vida que desea tener pero jamás volverá a merecer.

—¡Darwin, espérame! —grita corriendo tras él, dispuesto a hacer lo que sea con tal de distraerse.

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