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Prólogo

El pasado que la marcó.

Leticia Alborán era una joven de belleza sencilla, criada por su dulce abuela Guadalupe en un pequeño pueblo mexicano. Pero su vida no fue una elección, sino un destierro. Su padre, un reconocido empresario, permitió que su nueva esposa, su madrastra, la echara de la casa familiar. El rencor hacia ese hombre, incapaz de defender a su propia hija, creció como una sombra en su corazón. Leticia se negó a recibir nada de su parte, decidida a forjar su propio camino lejos de esa maldad.

Bajo el cuidado de Guadalupe, Leticia aprendió a defenderse en el campo, a sembrar y cosechar. Pero más allá de sus labores, la abuela le enseñó a leer y a escribir, forjando en ella un espíritu curioso. Aunque su semblante era el de una joven ingenua, por dentro Leticia cargaba un dolor profundo, una tristeza que se desbordó por completo un fatídico día.

Fue de madrugada, en el cobertizo de las vacas. Un ruido la sacó de sus tareas: el capataz de la granja vecina, un hombre lascivo que la había acosado por días, la acechaba. La brutalidad de su ataque le arrebató su inocencia y la dejó con un trauma que la perseguía en pesadillas. Su sufrimiento era evidente, la luz de su rostro se había apagado, pero el miedo le impedía confesarle a su abuela la verdad.

Un escape a una nueva vida. El infortunio la impulsó a tomar una decisión drástica: necesitaba escapar. Recordó su niñez en ese pueblo pintoresco, los juegos con su mejor amiga, Isabel, quien, años atrás, había emigrado a Miami y había logrado un gran éxito como artista plástica.

Leticia, por su parte, también tenía talentos ocultos. Era una ilustradora hábil, especialmente con los libros infantiles. Además, amaba cocinar y tenía un olfato exquisito que la había convertido en una perfumista autodidacta. Mezclaba esencias de vainilla, sándalo, lavanda y bergamota, un arte que la conectaba con un mundo de delicadeza y belleza.

Sin embargo, sus habilidades no eran suficientes. Su abuela, ya de edad avanzada, necesitaba costosos cuidados médicos, y el peligro de su lascivo vecino la consumía. Con la promesa de que algún día volverían, Leticia tomó sus ahorros y, a pesar de la reticencia de Guadalupe a dejar su hogar, la convenció de que la acompañara a Miami en busca de una nueva vida.

Allí, se instaló en el acogedor apartamento de Isabel. La ilusión de un nuevo comienzo la impulsó a conseguir tres trabajos para sostener a su abuela: era niñera de niños difíciles, vendedora en una tienda de ropa con una jefa amargada y mesera en un restaurante italiano. A pesar de su arduo esfuerzo, la vida en Miami no era un cuento de hadas, y al final del día, el agotamiento la vencía.

El mundo de Daniel Bustamante. Daniel Bustamante era el epítome del éxito en Miami. Apuesto, millonario y admirado, era el joven y exigente CEO de VanilaCorp C.A**.**, una prestigiosa empresa de perfumes de alta calidad. Su vida era un desfile de lujos y mujeres, pero él, a pesar de su fama de arrogante y cínico, era un hombre selectivo. Una multitud de aspirantes a su lado nunca lograba cruzar la línea de lo profesional. Su agenda estaba dominada por el trabajo y la producción de dinero, una obsesión que le causaba insomnio y lo llevaba a pasar las madrugadas en su club de élite. Vivía para trabajar, pero en el fondo, su riqueza no podía llenar el vacío de no tener a nadie con quien compartirla.

Una de las mujeres que más insistía era Romina, una empleada de su empresa que lo acosaba con miradas y coqueteos constantes. A pesar de sus intentos, Daniel siempre la repelía con una actitud mordaz, sin sospechar que su rechazo solo alimentaba las intenciones de la joven de conquistarlo.

Solo su mejor amigo, Alejandro, un amable dueño de una productora de tequila, lograba sacarlo de su rutina. Se conocían desde jóvenes y su amistad era sincera. Juntos, compartían momentos de tranquilidad en el club deportivo o tomando unos tragos, lejos del estruendo de sus ocupaciones.

A pesar de su éxito, Daniel no era feliz. Sabía que faltaba algo esencial en su vida, algo que el dinero no podía comprar. Intentaba ignorar esa sensación, pero su alma anhelaba una felicidad genuina, lejos de la superficialidad de su mundo. Lo que no sabía era que el destino ya estaba tejiendo un hilo que lo uniría a una mujer que, con su inocencia y su dolor, le daría una lección inesperada.

El destino de estos dos mundos, tan opuestos y tan unidos por la soledad, está a punto de entrelazarse de la manera más inesperada. A través de una niña que necesita una madre, y un contrato que lo cambiará todo, Leticia y Daniel se verán obligados a enfrentar sus demonios. Pero en el camino, ¿podrán descubrir que el amor que tanto anhelan reside el uno en el otro, a pesar del rencor, la venganza y las intrigas que los acechan?

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