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¿Quién es quién?

Al salir del trabajo, nos dirigimos a un centro comercial. El más cercano estaba cerca de la playa, me gustaba mucho ese lugar porque se podía sentir la frescura del ambiente a pesar de que era un lugar lleno de tiendas.

Entramos a una de las tiendas favoritas de mi hermana. Ella se dirigió a la sección donde se lucían los vestidos y las minis.

—Leila, deja que yo elija tu ropa de la noche. —dijo, mientras comenzaba a sacar de las perchas varias prendas que llamaban su atención.

—Yo misma elegiré mi ropa, no soy una niña. —reproché, poniendo los ojos en blanco.

Busqué algo que no fuera tan llamativo. No me gustaba que se voltearan a verme. Cuando algo así pasaba y un hombre me miraba, mi exmarido hacía todo un escandalo y llegaba a querer iniciar una pelea. Me hacía sentir mal que otras personas me observaran o me dijeran algo lindo.

Elegí un pantalón recto holgado y una blusa de color celeste, también holgada. Sissy soltó un chillido al ver.

—Que horror Leila. Dios santo, ¿Acaso has hecho un juramento de castidad? —preguntó, volviendo a colgar la ropa que yo elegí.

Me mostró el vestido que ella compraría. Uno repleto de lentejuelas negras brillantes, con un cierre del lado izquierdo, de tela que se pegaba al cuerpo.

—Es muy corto. —murmuré, con cierta pena, me daba vergüenza ser así a veces, en especial porque la vendedora hizo una mueca burlona.

—Este usarás tú. Ve a medírtelo. —Sissy me empujó para que entrara al cambiador. —¿Crees que no se porque te pasa esto? Estás traumada, maldita sea. Por ese idiota de Dariel. Eres hermosa y que no te de pena mostrarle al mundo tu brillo.

Me sonrojé y entré al cambiador, escondiéndome de esas palabras. Miré el vestido. Bueno, tenía que admitir que era muy hermoso. Me dio curiosidad el saber cómo me quedaría puesto.

Sonreí al ver que me entraba bien y me cerró correctamente. En los últimos años había subido algunos kilos, pero estos tal parece que se habían distribuido muy bien.

El vestido me hacía relucir la figura y remarcaba mis senos y caderas.

Verme al espejo me dio vergüenza y a la vez algo de orgullo. Me lo quité rápidamente para volver a mi traje de oficina.

—Uf, otra vez soy yo. —suspiré, realmente me sentía más cómoda con la ropa que usaba todos los días.

Al salir, Sissy había elegido otra ropa para ella.

—Ya pagué el vestido, te lo regalo. —me dijo, abrazándome con fuerza, siempre saltaba para abrazarme, era muy extrovertida.

—Oh… Pero no era necesario… De todas maneras, no quiero ponérmelo…

—No debes despreciar así un regalo. —frunció el ceño. —Vamos, que quiero que vayamos a una cafetería.

Pasamos la tarde en una hermosa cafetería. No hubo rastros de Dariel y eso fue un alivio enorme para mí. Tarde o temprano tendría que volver a casa. Y cuando esto sucediera, allí podía estar él. Si le contaba a Sissy… No, eso solo traería problemas. Quizás pudiera convencerla de que me quedara a dormir en su casa si su esposo no estaba, como usualmente sucedía.

El tiempo pasó rápido. Cuando entramos a su casa, quedé deslumbrada por todo ese lujo y esplendor que había por todas partes. La casa era una mansión bellísima de color crema, con cinco pisos y tantas habitaciones que uno podía perderse. Un jardín con laberintos de rosales se erguía imponente en la parte de adelante y el jardín trasero tenía una piscina que era del tamaño de mi casa.

Solté una risita, porque siempre me quedaba sorprendida al ver la mansión aunque ya había venido muchas veces.

—James no está. Nos veremos directamente en la fiesta. Así que podemos hacer todo el ruido que queramos. —sonrió, arrojándose sobre su cama para descansar. —Usa todo lo que quieras de mi vestidor. Igual que el maquillaje.

Contemplé todo ese armario gigantesco. Calzábamos lo mismo, por lo que me prestó unos zapatos preciosos de terciopelo rojo que hacían juego con el vestido. Traté de acostumbrarme a caminar con ellos.

Estuvimos listas después de prepararnos por casi dos horas. Sissy me maquilló y me peinó. Casi no me reconozco en el espejo.

—Joder. —dije, al ver los rizos que caían cerca de mi cintura, me había dejado el cabello precioso.

El maquillaje era sutil pero misterioso. Me delineó los ojos de una forma tan bonita que parecía como si fuera una faraona o algo así.

—Deslumbrarás a todos hoy. Eres bellísima. —mi hermana me miró con orgullo cuando estuve lista.

—Tu lo eres. —sonreí, comenzaba a acostumbrarme a esta nueva ropa, aunque en un principio me hiciera sentir algo incómoda.

Sissy tenía un vestido color rojo intenso, con un collar de oro que le hacía juego y un peinado alto. Estaba muy delgada, pero igual se veía bonita. Me preocupé por ella nuevamente, pero traté de no decir nada. No quería molestarla.

Fue la hora de asistir a la fiesta. Los nervios me invadieron. Hacía tanto tiempo que no iba a una fiesta que no sabría que hacer. Esperaba que Sissy no me abandonara para irse con James. Si me quedaba sola seguramente haría el ridículo.

Pensé en todas las cosas horribles que me diría Dariel si me veía con esta ropa. Seguramente me diría que estaba gorda y que porque no me daba vergüenza mostrárselo al mundo. Cada vez que me veía me decía cosas así, porque había subido algunos kilos desde nuestra separación.

Llegamos a la puerta de entrada de la gran fiesta. Mi hermana estacionó el auto cerca para que no tuviéramos que caminar mucho.

—Leila, tienes que bajar. —Sissy me miró con incredulidad al ver que me costaba dar ese paso.

—Bueno, hace mucho que no voy a ninguna fiesta. Ten paciencia conmigo. —solté una risita por los nervios, había comenzado a sudar.

Ella me tomó del brazo para obligarme a bajar, sin hacerme daño pero si apurándome. El lugar también me hacía poner tímida, porque era una mansión más grande todavía que la de mi hermana. Un imponente edificio de color azul con aberturas que parecían sacadas de un castillo.

—Bienvenidas, señoritas. —dijo el hombre que estaba en la entrada, custodiando y pidiendo nuestros nombres. —Pasen al vestíbulo para que las preparen para ingresar.

Arrugué la nariz ante sus palabras. ¿A qué se refería con eso de prepararnos? Nosotras ya estábamos cambiadas.

—Vamos a divertirnos mucho. —me dijo mi hermana, indicándome que debíamos ir ese vestíbulo, que estaba justo después de la entrada.

El sitio estaba más oscuro de lo normal. Sobre una gran mesa, se veían muchos antifaces de diferentes colores y con plumas.

También había bocadillos. Unas trufas de chocolate o algo así. Mi hermana comió una y me ofreció otra. Se veía muy bien y no dudé en comerla.

—Esto no tiene nada extraño, ¿no? —pregunté, pero me sentí una tonta por preguntar después de comérmelo.

Sissy negó con la cabeza, aunque leí la mentira en sus ojos porque era mi hermana y sabía cuando estaba mintiendo. Ella tomó uno de los antifaces y entró a una puerta de color violeta que había al costado del vestíbulo. No me esperó.

¿Qué haría ahora? Quizás lo mejor era irme antes de que esto se descontrolara. Si la trufa tenía algo raro me haría muy mal porque yo no era de consumir cosas así, ni siquiera tomaba alcohol.

Si volvía a casa…

No, nada sería peor que volver a casa y ver a Dariel.

Y que el me viera vestida así… ¡No! El miedo me caló profundo en el corazón.

Me puse el antifaz, uno de color blanco con plumas doradas y entré, sin seguir pensando, a la puerta violeta que conducía a la fiesta.

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