




Escondida y pequeña
Avanzó en la oficina amplia y blanca, mis zapatos chocan con el suelo y ese es él único sonido que se escucha.
Me he quedado toda la noche aquí, no pienso salir hasta que me sienta a salvo.
Y no creo que eso vaya a pasar.
Mi exmarido está en mi casa desde ayer. No quise abrirle la puerta, pero el logró abrirla con la llave de repuesto que dejamos en casa de su hermana. Dios mío, el temor que sentí cuando logró pasar a la sala comedor…
Ya lo había denunciado muchas veces por violencia. Era un hombre terriblemente iracundo, su carácter era indomable para mí. Dariel tenía demasiados contactos como para que la policía me ayudase, las denuncias solo se acumulaban pero nada parecía alejarlo de mí.
—¿Leila? —preguntó una voz detrás de la puerta de la oficina, sacándome de mis pensamientos.
—Sí. —respondí, acomodándome en mi escritorio para fingir que recién llegaba.
—Llegas muy temprano. —Tom, mi compañero de oficina, entró con una pila de papeles en la mano. El tenía grandes ojeras bajo sus ojos porque solía quedarse hasta tarde despierto. —No sé como haces para madrugar así.
—Pues deberías dejar de jugar tantos videojuegos. —sonreí, él tendría menos de veinte años y su diversión era quedarse hasta tarde jugando.
Yo acababa de cumplir los veintinueve. Era mi primer año como divorciada y no la estaba pasando tan bien como mi hermana me prometió. Tardé años en decidir separarme de mi marido. El logró socavar tanto mi autoestima que no lograba pensar en una vida sin él.
Esta enorme empresa es del esposo de mi hermana, cuyo nombre es James. Ella es codirectora y me dio este empleo desde el primer año que se hizo cargo de parte de la empresa. Nos dedicamos a la fabricación de cosmética de alto nivel, yo estoy en la parte de ventas, junto con Tom, mi compañero.
El sabía bastante sobre mí, incluso que Dariel me golpeó por mucho tiempo. Pero no le conté que estaba merodeando por mi casa porque sabía que se preocuparía y era en vano. Ni siquiera los vecinos podían hacer nada por mí. Me sentía tan indefensa. La policía solo lo apresaría si lo veían atacándome directamente, pero el se cuidaba de que cada uno de sus hostigamientos no fuera visto por nadie. Estaba obsesionado conmigo y me estaba haciendo la vida imposible.
De solo pensar en que no podía volver a casa… Derramé unas cuantas lágrimas sin poder ocultarlo.
Por suerte Tom estaba concentrado en su trabajo. Fijé mi vista en las carpetas que tenía delante y me encargué de subrayar los temas importantes.
—Señorita Leila Daxon. A presentarse por favor en la sala de juntas. —la voz sonó en el parlante que todos teníamos en la oficina.
Palidecí pensando que se me había olvidado alguna reunión importante. Entré corriendo al baño para ver si estaba todo bien con mi maquillaje y retoqué un poco. Vestía mi camisa ceñida de color celeste y la falda negra tubo, que eran parte del uniforme de la empresa.
Llegué corriendo a la sala de juntas, esperando lo peor. Con todo el estrés que estaba sufriendo estos últimos días seguramente me había olvidado de alguna reunión con un proveedor o un comprador importante.
—Leila, estás sudando. —soltó mi hermana, con una carcajada. —¿Qué pensaste que pasaba?
Suspiré de alivio al verla solo a ella sentada en la sala de juntas. Mi hermana tenía el cabello liso hasta la cintura, ojos verdes al igual que yo, pero era mucho más delgada, me preocupaba incluso que no estuviera comiendo. Nosotras no éramos de fisionomía tan delgada, teníamos bastante pecho y también glúteos. Llevaba un traje elegante, diferente al uniforme de la empresa. Ella siempre vestía relajada.
—Eres una maldita. —sonreí, dejándome caer en la silla. —He pensado que olvidé una reunión.
—Traje café para las dos. —me tendió una taza, era tal como a mi me gustaba, con leche y una barra de chocolate.
Beber el café me hizo recuperarme un poco del susto. No le iba a decir a mi hermana Sissy lo que ocurrió con Dariel. Traté de tener fe en que se iría de mi casa al ver que no llegué allí. Todos se preocupaban por mí. Pero yo sentía que era mi culpa, porque yo supe cómo era Dariel desde un comienzo, cuando comenzó a gritarme sin control y aún así nos casamos.
Planeaba almorzar en el comedor de la empresa y a la tarde trabajar extra en mi oficina. Así viviría hasta que el me dejara en paz. Mi psicóloga decía que solía querer encargarme de todo sola porque no creía merecer ayuda. Pero eso no era real, porque nadie podía ayudarme. Cada vez que me enfrentaba directamente a Dariel, era peor su venganza.
Envenenó a mi hámster y a mi perro sin que pudiera denunciarlo al no tener las pruebas. Pero cada vez que yo lo enfrentaba hacia algo malo que me dolía mucho.
—Vuelve a tierra firme, Leila. —me hizo notar Sissy, con la mirada penetrante. —¿Te ocurre algo?
—No. Solo estoy cansada. Mucho trabajo. —respondí, fingiendo un bostezo.
—Bueno. Justo he traído el remedio para eso. Quiero que me acompañes a una fiesta de máscaras a la que iremos con James. Es algo alocado, pero…
—Sissy, sabes que esas fiestas no me gustan. —me adelanté, no me agradaban en absoluto ese tipo de eventos.
Eran todas personas lujuriosas que iban a un sitio en donde nadie se reconocía entre sí y hacían desastres. Esos sitios no me agradaban para nada.
—Pues vendrás conmigo porque es mi cumpleaños. —hizo una mueca suplicante. —¿Por qué no quieres divertirte un poco? Podemos ir de compras a la tarde y elegiremos ropa…
Eso me hizo dudar. Era bastante más divertido pensar en hacer compras con mi hermana que pasar toda la tarde en la oficina ocultándome de Dariel.
—Bueno. Está bien, pero me iré temprano. —rezongué, jugando con el vaso de café en mis manos.
—¡Sabía que aceptarías algún día! No podrás creer de todo lo que te has perdido… —Sissy me abrazó con fuerza.