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CAPITULO 30

Lucían miró la ansiedad y el pánico en su rostro, y no dijo nada. Solo observó el rostro de la niña, con un leve toque de satisfacción en las comisuras de los labios. Estaba seguro: era suya.

—Está bien. Dices que el niño no es mío… entonces no te importará hacer una prueba de paternidad, ¿verdad?

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