




Capítulo 3. Propuestas de una noche loca
Becca
La mañana siguiente…
Despierto sobresaltada, el calor que siento es abrasante y mi cuerpo dolorido no responde las órdenes vagas de un cerebro aun entumecido por todo el alcohol que consumí anoche. Escucho un ronquido y me tenso completamente al recordar el momento preciso en que le dije a este hombre –guapísimo, por cierto– que me casaría con él.
¡Jesús, los tragos son peligrosos!
No me preocupo ya que estábamos tan ebrios que las cosas dichas quedan en lo profundo de la mente y más a este hombre que su traje tiene más valor adquisitivo que el apartamento en el cual vivo.
Por ahora…
Espero no haber perdido el trabajo por el solo hecho de no responderle a mi jefe ¡ay Dios! Ahora sí que estoy preocupada.
Me muevo un poco, el hombre que se encuentra a mi lado ronronea de manera sensual y de pronto vienen a mi mente flashes de la noche anterior, los tragos ¡el ron blanco! El baile lleno de erotismo por parte de los dos, el flirteo con risas descaradas y el plan que nos trazamos para ¿Cuáles fueron sus palabras textuales? ¡ah sí ya lo recuerdo! < “ese sujeto no sabe de lo que se pierde, deberías golpearlo en la madre” >, y… dijo que él me ayudaría.
< ¿Por qué diría eso? >, pienso.
—Pues porque estaba borracho y necesitaba meterme en… en —casi se me sale un silbido cuando miro a mi alrededor reconociendo la suite de un hotel de lujo. Suspiro por lo ridículamente soñadora que debe verse mi cara —esta enorme cama por supuesto —expreso en voz casi inaudible.
Me viene a la mente la escena en la cual me está quitando el vestido, no puedo evitar volver a suspirar por esos preciosos ojos grises que me cautivaron desde el primer momento, sin embargo, no puedo quedarme porque sería demasiado irresponsable – aunque todo esto ya lo es – e incómodo. Aunque a pesar de todo fue algo… sexy, arriesgado y visceral.
Tal como lo necesitaba… anoche.
—Deberías estar dormida chica linda y extrañamente dulce —habla con los labios pegados a mi espalda y aprieta su agarre de forma posesiva.
—¡Eh, hola… buenos… días! —digo con voz temblorosa —. Mi nombre es Becca y es un gusto —gimo al sentir su lengua trazar una línea recta desde casi la mitad de mi espalda hacia la nuca.
—¡Uhmmm, Michael Thompson! —dice con voz rasposa por el sueño —. Es un gusto saludarte futura esposa —¿qué?
—¡¿Qué?! —trato de soltarme de su agarre y no logro hacerlo —¡¿futura esposa has dicho?!
Me atrapa entre sus brazos por completo haciéndome notar su hombría completamente erecta, húmeda y… deliciosa ¡es enorme! No logro entender como cupo entre mis…
¡Oh Jesús me distrae!
—¡Sí, eso dije! —niego con la cabeza.
—Dudo que me pueda casar contigo —su cuerpo entra en tensión.
—Pero tú lo dijiste anoche —me aprieta un poco más.
—¿Eh, lo dije? —asiente con ojos entrecerrados —¡vaya! ¡No lo recuerdo! —cae falsamente desmayado en la almohada.
Su cuerpo esta muy trabajado, se nota que le gusta estar en forma. Supongo que, por su manera de vivir, lo que no me explico es el porque quiere casarse con alguien que no conoce de nada. Debe ser uno de esos millonarios excéntricos que para dar de que hablar busca una mujer de bajos recursos, la hace una dama y luego se divorcia para que los medios se mantengan interesados en su vida privada, la que debe ser completamente publica como pasa en las novelas Turcas o las Colombianas que por cierto son buenísimas.
Sin embargo, yo no deseo ser una de esas mujeres que se prestan para ello porque tengo muchas cosas que hacer y ahora debo volver a mi vida. Solo espero que continue teniendo trabajo y que, mi jefe no desee echarme por haberlo dejado en visto ayer.
¡Ay Dios, ahora tengo miedo!
Debí haberlo pensado mejor y no actuar como una irresponsable haciendo cosas indebidas.
¡Dios, me acosté con un desconocido y además de eso le dije que me casaría con él!
Ahora piensa que si lo voy a hacer.
He comenzado a hiperventilar, me siento muy nerviosa y no creo poder controlarme. Me observa como juzgándome y las nauseas me atacan, me arrollan como si fuese un tsunami.
—Pues, no deberías ir por ahí diciendo cosas que no vas a cumplir —su expresión es de enojo y no de decepción.
Pero ¿qué se cree?
—¿Es en serio? —asiente —eres un sujeto muy raro —se sienta en la cama y la sabana se enrolla en su cintura lo cual me distrae como una abeja a la miel.
—¡Hey tú, bonita —levanto la vista y está sonriendo, es un verdadero adonis —mi rostro se encuentra aquí arriba ¿sabes? —resoplo e intento bajar de la cama. Me retiene.
—Si esto es algún fetiche, mi respuesta es no —intento zafarme de su agarre.
—Te pagaré lo que quieras…