




Capítulo 2. Encuentros
Michael
Entro al bar que frecuento y en el cual dejo la mayoría de mis problemas en una botella o en su defecto debajo de la falda, entre las piernas de una bella, elegante y sofisticada mujer. No me considero un mujeriego empedernido, pero sí un alma libre por ser soltero y que a mis veintiocho años soy el centro de atracción de cualquiera.
No falta quien me tilde de arrogante, pero en realidad es mi seguridad lo que me hace ver de ese modo, no le presto mucha atención a los problemas porque los que se pueden resolver; a esos les caigo encima, pero a los que no… pues los ahogo en un vaso de buen whisky.
—¡Buenas noches Sr. Thompson, bienvenido! —el chico de la barra me saluda, le devuelvo un asentimiento con la cabeza y un buen apretón de manos.
Educado, cordial y elegante ¡así es Michael Thompson!
—¡Buenas noches Chico listo, es un placer saludarte! —sonrío a una preciosa rubia con el escote más pronunciado que he visto hasta ahora.
Pinta muy bien la noche desde este ángulo, sin embargo, mi vista se va hacia una pequeña mujer con un vestido poco elegante que baila sola en la pista abrazada a una botella de ron blanco. Sonrío.
—Chica rara —opina el barman y afirmo con la cabeza.
—Es nueva por estos lugares, no la había visto —digo más para mí.
Tiene una silueta preciosa y un trasero de infarto, no puedo evitar arrugar el ceño ante su manera tan… peculiar –definitivamente no se puede decir de otra manera– de tomar la botella entre sus brazos y de mover las caderas al ritmo de la música mientras canta a todo pulmón la canción en un inglés tan hispano como su piel morena.
La mía comienza a erizarse a causa de mi imaginación ya que sus labios gruesos y carnosos me dan un millón de ideas con las cuales terminamos en una cama con ella completamente desnuda y saciada. No logro ver bien su rostro, pero debe ser muy bella considerando su ascendencia latina ¡y créanme, de mujeres sabe este servidor! Me tomo otro trago doble y la chica continua en la pista. Se gira y mi cuerpo se estremece.
¡Definitivamente la quiero en mi cama!
Nuestras miradas se encuentran, ella un poco achispada por el ron y yo bueno… llevo siete tragos y me siento muy desinhibido, sonríe y le devuelvo una de las mías arrebatadoramente sexys, me acerco a ella y se detiene de súbito desplegando una sonrisa de concurso.
—¡Hola! —articulo sin voz.
—¡Hola! —modula ella con los ojos muy abiertos.
—¿Bailamos? —digo atrevido.
—Claro que sí —acepta ella sin soltar la botella que aprieta por el cuello como si su vida dependiera de ello.
Tres horas más tarde…
La música suave nos envuelve en un halo de romanticismo ¿o era erotismo? No tengo ni la menor idea ya que estoy bastante ebrio y ella pues… parece que se encuentra en un estado de éxtasis donde si no estoy invitado, no lo pensaré para colarme ya que esta chica no solo es bella y divertida a millón, sino que es sexy como el demonio.
En este momento ya no queda rastro de la tristeza y el dolor que reflejaban esos bellos ojos que tiene. Por primera vez me hallo envuelto en un instante tan sensual que deseo abandonarme a ello, a pesar de mis ganas, mantengo el tipo por el lugar donde nos encontramos, aunque quiera arrancarle la ropa a tirones.
—Eres perfecta —susurro a su oído —, eres la chica por la que mataría cualquier hombre solo para tenerte —se carcajea falsamente.
—Quizás no tanto —protesta con un puchero y me provoca morder su labio inferior —, de serlo el cerdo de mi novio… ex novio no me habría engañado como una adolescente con la chica bella y rubia de su trabajo —me tenso.
Las chicas lastimadas siempre traen problemas porque quieren hablar, luego cenar y por último enredarse hasta el cuello, razón por la cual decido no ondear en el tema para evitar incomodidades. Le daré un poco de seguridad en si misma, eso siempre resulta.
—Ese sujeto no sabe de lo que se pierde, deberías golpearlo en la madre —paso la punta de mi nariz por su mejilla. Huele a rosas ¡delicioso! —y yo te puedo ayudar con ello si así lo deseas —despega el rostro de mi pecho y me engulle con esos preciosos ojos de gato que tiene.
—¿En serio estarías dispuesto a ayudarme? —pregunta con voz temblorosa.
—Por supuesto que estoy dispuesto preciosa —mi voz sale tan melosa que la siento temblar —, pero tengo una sola condición —saca de nuevo la cara de mi pecho y entrecierra los ojos.
—¿Cuál será esa condición? —expresa enajenada por mi aliento tibio en su rostro.
—Cásate conmigo —sonrío como para que moje las bragas y resulta.
—Acepto…