




Capítulo 1. Engaños y prejuicios
Becca
¡Uf! El día de hoy estuvo terrible en la oficina con todo el trabajo que hubo y como cereza del pastel el supervisor adherido a mi cuello verificando que terminara todo como a “él le conviene”, siempre es lo mismo nunca nos deja espacio alguno para el descanso y procura hacernos la vida miserable a cada momento, más aún cuando –según él – el proyecto que espera la empresa es multimillonario ¡si cómo no! Nosotros hacemos todo el trabajo y él se gana las indulgencias
¡Jefes, bah, todos son iguales!
Sin embargo, pude desembarazarme de las labores a tiempo y festejar nuestro aniversario con mi novio.
¿Quién diría que ya llevamos un año juntos?
Detengo un taxi para llegar antes haciendo malabares con el montón de cosas que he comprado para nuestra “celebración para dos”. Dentro del mismo acomodo todos los paquetes para que al bajar pueda por lo menos caminar y poder accionar el botón del ascensor. Todo esto me saldrá carísimo y repercutirá en mi próximo pago, pero al menos ya envié el dinero correspondiente a mis padres y pagué el arriendo ya que mi novio no tiene trabajo por el momento.
Ingreso al edificio cargada de paquetes y el portero se levanta como impulsado por un resorte, su expresión es casi de susto, pero de todas maneras le sonrío amable y sigo mi camino. Al llegar a mi apartamento escucho un teléfono y arrugo el entrecejo saco el mío y no es el que suena, a pesar de ello abro la puerta con mis llaves y agradezco que todo está en orden y tranquilo, voy directo a la cocina cuando escucho un ruido como de quejidos y con una de las bolsas en la mano me dirijo a la habitación – la única que hay – lo que veo al abrir la puerta me sorprende: es mi novio y no está solo.
—¿En serio Frank? —siento mis rodillas temblar. La chica salta de la cama tapando su desnudez y la ignoro por completo —. Justo el día de nuestro aniversario decides humillarme de esta manera ¿cierto? —él intenta levantarse y se lo impido golpeándolo fuertemente con la bolsa que llevo en las manos —. Si hoy precisamente hiciste esto es porque ya tiene tiempo ¡fuera, fuera de mi casa y de mi vida! —los echo a ambos.
—¡Rebecca! – intenta hablar al bajar de la cama y acercarse a mí.
Estoy tan enfadada que lo abofeteo rompiendo su nariz, el grito de seguro se escuchó en el piso contiguo ¡lo odio! Grito desaforado golpeándolo y sacándolo a empujones del apartamento solo envuelto en la sábana sin escuchar sus excusas - ¿en serio me dice que lo perdone? – y sin fijarme en que se encuentra desnudo hasta cerrar la puerta y devolverme para golpear a la chica, pero en el trayecto el dolor me rompe y debo doblarme para retener el inmenso mareo que me sobreviene restándome fuerzas y con ello las ganas de pelear merman.
—¡Escucha yo! —y entonces reconozco su rostro.
—¡Lárgate de aquí antes de que cometa una locura! —advierto a la chica que se encuentra con cara de susto ya vestida con la camiseta del que era mi novio.
—Solo quiero llevarme estos para que Frank se vista ¡lo siento mucho! —asiento al borde de las lágrimas, solo quiero que se larguen de mi casa.
Ignoro los golpes en la puerta, las súplicas de ese desgraciado que me engañó y ella… bueno, aunque no es inocente del hecho tampoco la voy a culpar – o al menos no tanto – ya que solo la he visto una o dos veces en el sitio donde trabajó ese hijo de puta y cabrón que me engañó, siento que mi corazón se fragmenta y enloquezco, en un arrebato de ira destrozo todo a mi paso. Lanzo al piso el celular de él y echo por la ventana todo lo que le pertenece para que lo recoja cuando le venga en ganas mientras yo me hundo en la tristeza, la vergüenza y el dolor.
—¡Era demasiado bueno para ser cierto! —me digo llorando frente al espejo —, nunca debí creer en él —cubro mi rostro con las manos —¡no puedo estar aquí!
Mi teléfono suena mientras decido que hacer, trato de ignorarlo, pero es imposible porque si es él lo insultaré hasta que me quede sin mensajes. No obstante, me equivoco, no lo es, sino que se trata de la joya de mi jefe pidiendo ¡no! Exigiendo que le entregue el proyecto el lunes a primera hora y aun me falta la mitad. Dudo que pueda hacerlo con todo lo que tengo sobre mis hombros en este momento, creo que si no toco fondo moriré de dolor ya que mi estómago amenaza con devolver el contenido que queda del almuerzo. Me deshago del moño apretado que tengo en lo alto de la cabeza y del uniforme de trabajo para cambiarme por algo más cómodo.
En realidad, debo salir a la calle por un trago, no soy de estar en bares ni de fiestas, pero esta tristeza que tengo solo la puedo tolerar con licor. Una vez arreglada de otra manera que no sea para trabajar – que ha sido lo único que he hecho los últimos seis meses que estuvo Frank de vago en la casa – me observo detenidamente al espejo y la chica que se ve en él es muy linda, pero su expresión triste la hace sombría y sin vida.
Salgo del edificio a toda prisa para evitar que me vean la expresión de sufrimiento y me doy de bruces con el fresco de la noche, no tengo la menor idea de cuánto tiempo estuve de pie frente al espejo ahogándome en mis lágrimas y mi propia miseria, pero es hora de que piense en mí y eso lo haré ahogando mis penas en alcohol para que cuando despierte mañana la resaca me recuerde que Frank Casey nunca valió la pena. Aunque soy consciente de que esto es una mala idea no me retracto ya que me siento terriblemente sola y triste.
—¿Hacia dónde señorita? – interroga el caballero del taxi que tomo sin siquiera mirar.
—Hacia el centro por favor, en el primer bar que encuentre porque necesito un trago —digo sin percatarme de que su mirada me escudriña.
—Bien, le llevaré a una buena zona para que no corra peligro ya que se encuentra sola y… un poco distraída —me observa por el espejo retrovisor y no puedo evitar que el labio inferior me tiemble al descubrir que es el mismo hombre que me llevó a casa esta tarde.
¿Cómo puede ser posible que este señor sin conocerme sea más amable y considerado que el tipejo que me arrebató un año de libertad y se decía ser mi novio?
¡La vida es injusta muchas veces!