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Capítulo 22 Una nueva cacería.

Maximiliano estaba sentado en su despacho, los codos apoyados sobre el escritorio de caoba, con el teléfono móvil pegado al oído. Sus ojos fríos e implacables se mantenían fijos en la ventana.

—Quiero los nombres de esos hombres —ordenó con voz seca, sin permitir réplica—. No me importa de dónde ...