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Capítulo 34 La mujer ahorcada

En ese momento, una corriente de aire fétido entró desde el balcón.

Las cortinas rosadas comenzaron a retorcerse en la brisa antinatural—no como tela perturbada por el viento, sino como manos fantasmales que se extendían deliberadamente hacia Charles mientras corría.

—¡No! ¡Me tocó! ¡Me tocó!—grit...