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Capítulo 7 Los peces gordos de la subasta

Alex mordisqueó mi lóbulo de la oreja y murmuró —Ya estás empapada, y todavía te preocupas por dónde lo vamos a hacer.

Pero aún así se levantó y me llevó de vuelta al dormitorio.

La gran cama se hundió bajo nuestro peso combinado.

Rápidamente me arrancó las bragas, su mano trabajando en mi clítor...