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Capítulo noventa y cinco.

—¡Dios mío, Meera!— exclamó su madre. —Te ves absolutamente deslumbrante.

Una tímida sonrisa se extendió por el rostro de Meera mientras bajaba la mirada, sintiendo un cálido resplandor por el elogio de su madre. —Gracias, Ma— murmuró.

Veda cruzó los brazos con aire satisfecho, lanzándole a Meera ...