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Capítulo ochenta y nueve.

El aliento de Meera se detuvo, su cuerpo quedó congelado en su lugar mientras las palabras de él se hundían en su mente.

Había esperado, incluso rezado, que sus súplicas pudieran llegar a alguna parte oculta de su conciencia. Pero ahora se daba cuenta de lo inútiles que habían sido sus esfuerzos.

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